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Preparándose para el seminario y el futuro

Carta no. 327
Destinatario: Hermano Gleb

Para el Hermano Gleb 6/82

[1.] ¿Qué quieres hacer en la vida?

Ser un sacerdote ferviente, no viviendo para ti mismo sino para los demás, no permitiendo que te conviertas en un asalariado tibio, siendo fiel a todo lo que recibiste en la infancia, no solo dando sacramentos a una parroquia, sino activamente difundiendo la verdadera palabra de la ortodoxia a ellos y a otros, siendo uno en mente con nosotros y todos los demás que tienen este mismo objetivo.

[2.] ¿Cómo puedes o deberías prepararte para esto?

Pasando por un curso sistemático de estudio teológico (no solo por tu cuenta), que también debería incluir literatura y arte (incluyendo algunas manifestaciones negativas para ver qué está “en el aire” y atrayendo a la gente); y familiarizándote con la vida mundana (tanto secular como eclesiástica) de manera práctica, no completamente por tu cuenta hasta que tengas 21 años o más (es decir, aceptando orientación sobre cuánto deberías exponerte, y estando bajo orientación mientras lo haces).

[3.] ¿Cuáles son los principales obstáculos para esto?

[a.] En mí mismo. La autoconfianza, querer guiarte a ti mismo sin una confianza total en tu padre espiritual; combinada con una naturaleza muy apasionada que aún no se ha desviado porque no ha enfrentado grandes tentaciones. Estas dos características juntas significan un desastre casi seguro por delante, o en el mejor de los casos, un desarrollo anormal, perdiendo las oportunidades que realmente están ante ti para ser un pastor fructífero.

[b.] En el mundo exterior. El tono sensual de la vida moderna, que tirará de tu naturaleza apasionada; la tentación de ser como todos los demás—frío, encerrado en ti mismo, no dándote a los demás, sin preocuparte lo suficiente por la verdad de Cristo y las almas que sufren. En la vida de la iglesia: la tentación de ser exteriormente correcto, pero interiormente indiferente y tibio.

[4.] ¿Cómo debería luchar contra estos obstáculos?

A través de una verdadera confianza en tus padres espirituales—trabajando tu futuro junto con ellos, enfrentando honestamente tu propia naturaleza y problemas y sus consejos; y teniendo el valor de someterte a una verdadera disciplina de preparación para el sacerdocio, y no jugando juegos contigo mismo.